domingo, 13 de diciembre de 2009

lunes, 16 de noviembre de 2009

Minas del Marquesado


Cuando visitas un lugar abandonado, lo primero que esperas encontrar es hostilidad por parte de cualquier fuerza que pueda seguir merodeando por allí...
En primer lugar están las fuerzas reales, llamémoslas físicas ó tangibles, como bien puede ser un animal salvaje, un malintencionado insecto enfermizo, un mendigo, un guarda o un buen puñado de okupas que quizá se escondan rezagados, o por el contrario decidan intimidarte para que desistas en tu afán de exploración.



En segundo lugar está el riesgo. Ese espectro intangible que se esconde en cada rincón. Tras cada muro y en cada habitación, parados en el tiempo sin que nadie tenga constancia de lo que, ahora, en este preciso instante, está sucediendo. El silencio sepulcral de las calles, totalmente rodeadas de vegetación que, a sus anchas, recupera lo que no ha podido poblar en el tiempo en el que estuvo sometida a la dictadura firme e indiscutible del hombre.


Ramas y raíces que resquebrajan lentamente los grilletes de asfalto, hormigón y ladrillo que en su día se erigieron para convertirlo todo en un gran archivo donde mantenerlo todo bajo el mayor control y estricto orden. El orden creado por ese ser afanado en construir y a su vez con mayor espíritu destructor para con su medio.


Techos que crujen al ser estrujados por la semilla creciente de un arbol nuevo, avisando de que en cualquier momento pueden venirse abajo. De que no están hechos para aguantar tal fuerza.
Paredes que ceden ante una de las formas mas amenazadoras para nuestras estructuras del líquido elemento que forma el 70% de lo que nosotros somos. De nuestro cuerpo. El agua lo humedece todo en el ambiente y cada pared, estructura metálica y vigas de madera muestran signos claros de ello. Algunos de los túneles se vencen abriendo grietas que no se aprecian en la oscuridad, y el no saber que vas a encontrar tras esa puerta que chirría es un punto a favor para tus posibilidades de ser sorprendido.


Y en un plano mas subjetivo están aquellas fuerzas que no podemos ver. Quizá energías sobrenaturales que puedan aún estar ligadas a esos lugares que, sin lugar a duda, tanto los que más como los que menos, nos sobrecogen el alma nada mas atravesar sus puertas. Habitaciones más frías que otras sin justificación aparente, corrientes de aire imposibles que mueven objetos, sonidos que no parecen tener un origen lógico, o lugares concretos de un pasillo que te incitan a salir lo antes posible de él por la sensación que te posee oliendo, viendo o sintiendo algo que allí permanece desde que el último habitante cerrase la puerta que acabas de cruzar por última vez.


Cuando llegamos está atardeciendo. Al abrir la puerta del coche, nos recibe ese olor entremezclado de pinos, vegetación y hierro oxidado que puebla el ambiente. Podemos vislumbrar tras la valla unas cuantas casas que llaman nuestra atención. Casas de teja roja y ladrillo vísto impregnadas, como casi todo, por ese color rojo intenso del mineral.


El guarda nos abre tras un breve y elocuente momento de charla en el que le convencemos de haber estado antes allí "algo totalmente cierto" y que venimos a pasar la noche para hacer un reportaje fotográfico del pueblo. Nos guía hasta una casa donde nos ofrece quedarnos pero es muy fría y apartada "aún no sé muy bien de qué pues no hay un alma a kilómetros", pero si es cierto que se siente un poco de desamparo dentro de ella. El silencio de la tarde y la oscuridad empiezan a adueñarse de todo el lugar con una rapidez asombrosa y al salir de la casa todo está muy oscuro no siendo aún ni las seis y media de la tarde.


Amable, el guarda nos ofrece pasar la noche en el caserón mas grande del pueblo. El que, según creo, alojó en su día al mas alto cargo de las minas del Marquesado. Entre dudas, llegamos a varias conclusiones, sugestionados por la sorprendente amabilidad y la agradable pero incesante insistencia de los guardas, que ahora son dos, de que nos quedemos en esa casa. Incluso nos ofrecen camas para nuestro asombro. Y como no, nuestras mentes no dejan de hacer alusión a todas esas películas que hemos visto a lo largo de los años haciéndonos preguntas sobre el por qué de tanta insistencia. Pensando que vamos a dormir en la casa donde, uno de los guardas merodea y descansa. noche tras noche, en ese pueblo, abandonado a su suerte aquel día de 1996...


La casa es fría. Es lo primero que se siente al cruzar el umbral de su puerta principal. A la derecha, las escaleras que suben y bajan a la caldera que no funciona. No hay electricidad alguna ni agua corriente. Al frente, un lavabo desmontado y un baño de azulejos algo mugriento que da un toque frío a la vista aumentando esa intensa e inquietante sensación. Y a continuación, un pasillo oscuro y una puerta. En esta última nos alojamos. Una amplia habitación que bien pudo servir como recibidor-comedor. El suelo, cubierto de una primitiva forma de tarima flotante algo deformada por la humedad que cruje y se mueve a nuestro paso haciendo que los muebles crujan y se tambaleen. Unos sofás de terciopelo verde, una chimenea y una mesa redonda acompañada de un mueble con una antigua vajilla. Disponemos los colchones que bajamos de donde nos indica el guarda que se queda con nosotros. El, no sabe español, pero nos entiende bastante bien. El otro guarda se despide de nosotros hasta el día siguiente y se marcha. Estamos solos con un desconocido, en medio de la nada... Y cae la noche...


Todo está en calma. Solo el rechinar de puertas y ventanas afuera, la brisa haciendo ondear briznas y ramas en un son casi mudo. Y ese inquietante y sepulcral silencio que rompemos de vez en cuando al hablar. Rodeamos la estancia con velas y una lámpara de pilas y comenzamos a cenar. Poco a poco dejamos de tener consciencia de la situación y de casi todo cuanto nos rodea. El aire helado del interior del caserón. Los cuartos y pasillos que, tras esas puertas, se esconden y ni siquiera conocemos. El crujido de la madera, y la sensación que produce pensar que estamos en una casa extraña donde, nunguno sabemos lo que ha podido llegar a pasar, desde que se trasladase la primera familia allá por los años 50. No hay cobertura. Estamos solos. Y no amanecerá hasta dentro de más de diez horas...


Bromeamos sobre espíritus y similares. Nos reímos y de vez en cuando, un cosquilleo extraño recorre nuestra espalda al reparar esporádicamente en la situación. Pero cada vez las bromas se hacen mas y mas elaboradas y, entre nosotros nos proporcionamos algun que otro momento de auténtico terror. El reconocimiento nocturno acaba en desorientación. Aun con las linternas y luces que llevamos, nos cuesta mas de media hora volver a encontrar lo que denominamos como "nuestro refugio". Al fin en el, decidimos acostarnos pronto y madrugar para comenzar con la sesión al amanecer. Pero cuando todos se duermen y soy consciente de ello, algo se apodera de mí. Esa sensación de pánico y de que, estoy solo y seré el primero en enterarme si algo extraño tiene lugar. Pasan las horas. Las botellas de vídrio que colocamos en las dos puertas que nos rodean y que dan a los pasillos y habitaciones de la casa me dan bastante tranquilidad pero el silencio me mata. Y de repente aquel sonido... La voz de una niña. Distinta a la de los demás y sobretodo a la de las dos chicas que duermen con nosotros esta noche. No he llegado a reconocer lo que ha dicho pues ha sido rápido y no mas de dos palabras. El pánico se apodera de mí y tardo mas de dos horas en conciliar el sueño... Pero consigo relajarme y el resto de la noche pasa sin mas imprevistos...


Amanece y mi compañero de exploraciones y fotografía se levanta conmigo. Desayunamos y un extraño malestar se adueña de mi cuerpo por un rato. Pero la oportunidad que me brinda este lugar es única así que me medico, preparo trípode, guantes y cámara y nos internamos en los misterios de las minas del Marquesado.


Comenzamos a visitar la mina y sus imponentes y oxidados golems de hierro. Toda la zona que rodea la excavación, la cual, se encuentra, segun nos cuenta uno de los guardas, inundada a causa de las lluvias y unos yacimientos subterráneos de agua, por lo que no es infecta ni estanca. Descubrimos también que en el lago artificial viven algunos patos, pero no hay peces en el agua.



Recorremos las herrumbrosas plataformas y cabinas de control. Algunas tan aisladas de tierra en lo alto de las vigas, que poseían letrina propia y aseo con agua corriente. El suelo de rejilla nos recuerda que el agua ha hecho su trabajo oxidandolo todo y puede enviarnos directamente a lo que vemos bajo nuestros pies. Pero ya tenemos experiencia en situaciones similares y hemos aprendido bien donde pisar. Cuadros de control repletos de botones que no se han vuelto a pulsar desde hace mas de una década. Polvorientas mesas y sillas en las que mas de un vigilante pasaría las horas atento a cualquier orden de arriba o de abajo para pulsar el botón correcto en el instante preciso...












miércoles, 7 de octubre de 2009

martes, 6 de octubre de 2009


No quiero ser más que el esqueleto de lo que he sido...

De las mechas que han prendido en la penumbra, soy la que menos alumbra...
Y es que nunca quise ver...

Poco me importa quizá despojarme del cieno que me habita entre las orejas...
Si acaso ensuciarme el regazo para si se va todo a la mierda...

Reirme entre los lamparones y que la humanidad entera mañana se muera y de igual...

Solo el murmurar de los cimientos enloquecidos que nadie ha podido desflorar...



Comienza el proyecto Blog.

Veinte ideas flotando y ninguna totalmente clara como para empezarla a desarrollar. Mañana abriré un tema que quizá sea el principal a tratar. Por esta noche basta.

Agradecimientos a Abandonalia por la motivación e inspiración ya que a raíz de mi última pesca internauta llegué a parar a aquel interesante Blog que por diseño y temática me indujo a crear este proyecto.

Un cordial saludo. Buenas noches.



“-Por ahí –dijo el Gato, agitando su pata derecha-, vive un Sombrerero, y por ahí –agitando la otra pata- vive una Liebre de Marzo.
Ve a ver al que quieras: los dos están locos.
-Pero yo no quiero tratarme con locos –comentó Alicia.
-Eso no puedes evitarlo –dijo el Gato: aquí todos estamos locos.”

***

Pues bien, cuando empezaron a inquietarme de una manera especial los lugares abandonados de mi ciudad, y mi pasión por la fotografía se empezó a alimentar con ello, solo encontré a una persona que me comprendiera. Un buen amigo y gran artísta en potencia.

Siempre comentamos que estamos chalados pero como a ambos nos llena, seguimos preparando nuestras búsquedas con una ilusión desbordante y llegando a casa cargados con el fruto de nuestra adrenalina... Las jugosas fotos que saboreamos una a una antes de publicarlas en nuestros respectivos Flickr´s esperando llegarle a alguien que sienta tales pasiones...


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