Y
el hombre que anduvo detrás, observaba calmado.
Como exhalaba sus
últimos resquicios vitales.
Y allí se quedó...
Disolviéndose en el
angosto desfiladero.
Enmudeciendo al viento y rechazando el eco sordo de las vociferantes gotas de lluvia.
Rebotando contra las olas...
Como cadáveres anclados por las olas
entre arenas de recalmo en horas muertas...
De cornisas a estandartes van reptando
lodazales de hambre seca sin repisas
donde establecer la holgura de otros tantos,
los resortes de tu enfermo malestar.
Calla, grita y chilla!
cual cadáver ya varado allá en la orilla...
Suelta, engorda, acierta ya, restalla!
cual cadáver ya varado allá en la playa...
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