Los dedos que agarran despacio a la prisa en el centro...
Los labios que besan la risa sobre mis cimientos...
El pájaro verde marchito de la algarabía.
Las flores flotando en la brisa de cieno y porfía...
Las sábanas rotas de amor, de desgarro y de hieles.
Los saltos entre las baldosas de sedosas pieles.
El anciano
el alcohol, regaliz de recuerdos de niño.
El fuego
la antorcha estival, el muñeco lampiño.
Su sexo, su olor, su verano, su queja, su sueño.
Sus manos de ingente candor, su llorera, su empeño.
El matiz, una cárcel, neuronas, espuma y colchones.
Las brasas del cuándo y de cual de mis males de amores.
Esperpento, barítono, sol, grabadora, entusiasmo,
la inercia del que quiere amar y llegar al orgasmo.
La cuántica y vil claridad de un sabor a humedades.
La vértebra, unión cerebral, y estas dos dualidades...
Abrázame, pídeme pues que te otorgue mis besos.
Suéltame ahora a impedir que nos hagamos viejos.
Y no olvides cerrar al clamor de tus males las puertas
no dejes entrar en tu ser zarandajas, reyertas...
Asómate ya a la ventana.
Reclama esos diez girasoles.
Acaba ya con la desgana y enrédate aquí. Donde claman perdones
los gatos baratos,
tu par de zapatos,
tu olor carmesí...
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