Malabares con los párpados...

Y en la cornisa del redoble
de un finísimo hilo negro,
se ha colgado un vaso de agua
que no guarda el equilibrio,
aguarda y sopla una certeza
de cien noches estampadas,
serenatas, cuentos de hadas,
filamento en tus miradas...

Se está gestando en pié una gesta
de protesta, sombra iniesta,
que ni está ni fue dispuesta,
su cincel no me disgusta.
Metabólico dintel escalonado.
Metal color morado.
Cataclismo.
Discutir con uno mismo...

Calla, otorga, lamenta, reclama,
prender la llama tu pretendes,
pero ardiendo yazco yo ya de antes de que tu siquiera
zarandeases cabezal, cerilla tuerta, chispa,
fuego fatuo cuando muera
lamentar que no quisiera
ardiendo ardor ardiente y humo
sesos, zumo, tu en mis huesos...

Libélula silvestre.

Zarandajas y redobles queman códices y cuádriceps

hipócritas de sócrates son célebres ecuestres,

Démosles dos cócteles a sílfides ecuánimes

Eurípides Demóstenes, Telémaco y Seléucidas

anónimos y escuálidos en Pérgamo perduran

emergiéndoles intrépidos del cáucaso en las cántaras

almócita, Ocebreiro, carnaval con sal y esperas...

Duermes...

Insomnio. Carta indómita de indemne providencia…

Declaro en pos devoto…

Cierta ausencia tutelar de los inciertos.

Magistral olor a carne en la entrepierna, infamia interna…

Linterna de misterios en derroche…

Luz en demasía, tez, desarme, sangre fría.

Pesadumbre en la vejez de un sol deforme,

la nostalgia…

Cálmate mi Irenia, duerme, ingenia que yo espero…

Lucidez de pensamientos sin sombrero, gambas tuertas en pestañas

pez, reyertas, quemadero, flor, carnero, muera España.

Cada vez es mas incierto el sinsabor, decir, callar, soplar amor…

Que yo escondo en tu ventana mis desaires.

Que te cuelgo de alfileres estos versos que de amor sin ti desangro

y de otra forma ver de cerca cómo inspiras, sed de sueños, mil mentiras…

Tapadera de los mundos que no miras, que adormecen el albero de una plaza con terraza a la desidia

donde cien toros de lidia te cornean en la espalda…

Que yo

sin ti

Mafalda

muero…

Que tu 

dirás

quizá 

primero…

Que nos falta un entusiasmo en cuenta de otro mal orgasmo de desmaye.

Que te cuento los lunares en los días mal pensados aunque calle…

Que la puerta estuvo abierta el otro día.

Que valoro mas al día que a la noche

y en otro lugar del coche que no es éste,

yo quizá no te conteste todavía,

quizá yo no entre a decir qué boca es mía.

Pero entiende

amada mía

mi locura

mi trastorno en demasía

mi crujir de escama fría y madrugada en la ventana

deshojando el cascabel del padre aquel al que veneras.

Claveles, cocteleras y otra muerte

que ahora es mía

la del alma que del barco no se fía y de estos versos me desmarco pa abrazarte mientras duermes

que soñando con quererme pues no es poco, nos alumbra cierto un foco que me dice que te erice el vello ahora,

que reparta sin demora una caricia por tres partes,

que me acerque y no te pierda 

que tus sueños atan cuerdas a mi pelo

y sin sentir ningún recelo

quieren apostar por tí.

Mis días, mis cartas, mentí…

Este instante es de nosotros y no es mío. 

Este maldito poema tiene frío.

Voy a empaparme contigo entre las olas

caracolas y gramolas brillarán entre tu pelo 

y creo que a tiempo, 

me dormí...

Madrugadas eternas...

Al estruendo se unió en estampida
una risa dormida
de amores en calma
que en camas de espinos y cerros de ausencia
dejaron su herencia antes de irse a rezar...

Rezar por que nunca les llueva
y estando en la cueva
dejarse llevar...
Y volver a sentirse colchones
de barro y almohadas de tinte marrón

Que silbaron allá en la vereda
y las nubes de seda se abrieron marchitas.
Surcaron las claras del día
y en yemas de dedos tocaron diana
y volvióse campana la aurora quizás...

Velero de hamacas que ceden
al peso de un mundo mecido al retén.
De saber que esta senda no es corta
mecenas que aporta su ocioso mirar,
obra de partes concéntrico-planas,
cien mil palanganas repletas de muerte
y es vana la suerte que mira al espejo
descubre complejo
y tira patrás...

Golondrina de arena...

Extiendo mis brazos rígidos, blanquecinos y pálidos.
Una brisa fresca los rodea y se expande por todo mi cuerpo como si de una corriente eléctrica se tratase al colocar dos dedos en un enchufe.

Mis ojos se pierden por un horizonte ficticio de brujas y duendes...
Colores, aromas, sensaciones...

Palabras que luchan con mis instintos, gritos que llegan a mi garganta con los que mi voz explota. Exploto, salto, grito y brinco. Con mis pies desnudos dibujo en la fina arena del suelo la silueta de una golondrina, con la esperanza de que cobre vida con alguna brisa de aire...

Con esa vana esperanza llega a mis oídos un canto peculiar. Un aleteo me envuelve desde los pies hasta mi cabeza, mientras la silueta de la golondrina antes dibujada se arremolina contra mis piernas deformándose en esas finas partículas de arena, produciendo un remolino de sensaciones que me inundan....

Y es ahora cuando cojo carrerilla con mis pies adentrándome en ese horizonte ficticio, para vivir, sentir y dejar de fingir ante mi.

-Irene Caminero-

Latente.

bonita es poco,
preciosa se aproxima,
única, muy cierto,
estupenda, impreciso,
excelentes, tus encantos,
canto al viento, miento al sol,
pero escaso es el recuento de palabras y sonrisas,
si me paro un rato y pienso, que lo nuestro ha sido intenso...

Y que acaba de empezar...

Gracias...

gracias por hacer de mi vida un mundo de fantasía y realidad que se entremezclan para crear sensaciones tan especiales.

Gotas de sorpresa...

Gotas que se deslizan suavemente por el musgo,
musgo reluciente que marca sus guías en minúsculos cauces.

 Me recuerdan a ti.

Estas gotas frescas me sorprenden.
Nunca sé por donde van a caer...
Carentes del cauce fijo de las cascadas...
Me sorprenden como tus caricias,
tus besos,
o cualquiera de las cosas que me aportas,
ya que conforme los sientes tu,
desconozco el patrón que seguirán para alcanzarme...
Siempre son eso,

 gotas de sorpresa...

 -Irene Caminero-

Me salto la luna...

Linternas de espanto enarbolan tu esfinge
que es triste figura en fragor de falanges
ingrávido espejo de horas marchitas
silencio infecundo de esporas...

Verter de tres cuartos de horas
en las que descuido tus suertes
de fuerte alarido de gozo
graznidos en pozos que no beberé...

Calcula la vuelta que damos
ya pesa diez gramos el alma del cielo
que a cuenta de un vuelo se ha hecho lombriz.
Barniz de cuerpos...

Y agárralos por la melena
que esta luna llena atesora momentos...

Cemento de arcángeles rotos que cuando se asustan frecuentan hombría.

Almohada sin ser que no es mía
me arropas...

Persona que ya no me arranca
pedazos del alma
por cada mirar

me sopla de un paso en distancia
y es cierta fragancia que me hace llorar

Tristes madrugadas sin dar
de darnos las manos a tiempo, espero el momento

y volverte a besar...