bálsamos, latidos, cegadores, desmerecen...
Guardan tierra extraños nidos
quiebros, huevos, alaridos...
Setenta cuervos de alto encorve
cincuenta cuenta el sol, su orbe...
Sin siquiera haber sabido
sin haber quizá sentido
cuando estábamos descalzos...
Reventando el eco herido
de quienes hubieran sido
los extraños del ensamble...
Recuérdanos silvando, cual escándalo en chasquidos
de hojas secas, de otoños viejos
de cuadernos, de vencejos
de cadáveres añejos...
De severos sinsentidos...
Acabaremos odiándonos...
No sabrán que nos hundimos
para embalsamar raíces
en el ser
de lo que fuimos...
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