martes, 22 de noviembre de 2011

La charca de los cíclopes...

Salvaguarda un estandarte, tratando de tener suerte,
disimula al vislumbrarte armando escándalos de muerte,
resquebraja el horizonte en busca de un compás reciente
que a su oído le parece como si fuera de marte,

y no es a marte a donde vamos sino amar lo que pretendo
y disculpa si al mar me extiendo a ahogar vertidos y lamentos,
que te aflojan el vestido y desabrochan tus temores,
suavemente y sin sonido, de placer, contenedores,

Que cabalgan por tu espalda a lomos de un corcel bravío
rocinante, hinchado, impío, de estos brazos que son míos
que al resuello allá en tu cuello erizo, vello, astral, navío,
que no fueron sino ellos los del fanal encendío,

los del muérdago en los labios, de la rosa ensangrentada,
de los peces que son cientos al nadar en tu ensalada
de temores y naufragios de fragatas navegantes
del momento que quizá debió de haber llegado antes...

Que no entiendes lo que digo, que yo nado en un ombligo,
que dibujo de hologramas largas ramas a tu abrigo,

y no consigo alcanzar gamas de colores en las camas
de señores con sombreros, copas llenas de agujeros,
seguidillas y fandangos, soleares, ruiseñores,
tratan de bailar un tango con esferas de alcanfores...

Botas flotando en el fango del bozal de un pez carnívoro
que amenazó al megáfono con robarle el estrépito
de intrépido fue loco y revistió poquito a poco
los nenúfares con ámbar y caramba si lucieron

los cangrejos aplaudieron,
caras largas se acortaron
contemplando lo que austero
antaño fuero y ahora brilla

y contempló desde su silla
el patriarca de la charca
cómo musgos y semillas
ahora lucen cual estrellas

que hacen mella
en el reflejo
que de lejos
les destella...

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