Empalidece el semblante a la copa de agua distante,
mueca impertinente de piel de serpiente...
La mística y sórdida entrada precede a la cueva
en la que tu y yo nos sentamos a esperar que llueva
aguacero que mueva y arramble el ensamble
de espadas de acero que al agua templadas
me observan, me matan y muero,
sincero y sin ceros,
elogios certeros,
de puertas cerberos
del can del pudiendo,
rufián y podenco del cante flamenco
que atranca las puertas
de putas despiertas
a mas de las doce linternas internas
que al son de candiles
danle matarile,
allende las piernas se juntan en yunta
hacia el mórbido morbo
que impera el estorbo
de austeras chisteras repletas de tetas
y no de ideales, de ideas tan geniales,
de ardiles gentiles de mentes dementes,
catervas de gentes que van en aumento;
Diez, mil, no ven cientos de oportunidades,
sinfín de verdades
que mueven al mundo
a su fin sin lamentos,
al gris filamento;
verdugo arlequín...
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