Prócer del fuego
arrogante y gallarda...
De cunas menguantes de sábana escueta
de estrellas repleta, que esperan que arda.
Lunares constelan fugaces su espalda
alternando las baldas del suelo que pisan
descalzos anhelos
que no corran prisas
repletas repisas de escarcha y auroras...
Relámpago otrora,
suspiros ahora
que ampara el disparo
de un mal sin reparo que a bien da cobijo
al recelo que dijo
que no me acordase.
Que a fuerzas tratase de alzar ciertos vuelos
que erizan los pelos del velo que cubre sus lunas.
Indómitas dunas candentes cercanas a Marte.
Al son penetrando en el arte
que dejas morirse de frío
por un disparate
que alcanza a servir siete copas
de abetos cernidos
al sino del nido que amolda tu cuerpo
que cuerpo a ser vino
y flor del desierto...
Al mar no alcanzó aquella tarde.
¡Los ojos me arden!
El cuerpo me llora...
De sed hace alarde ¡y se hizo muy tarde!
Señora...
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