Recia y firme cual Esparta
la reina de la sequía,
que corazón no tenía, ni plantel ni monarquía.
Ni especial atino a veces para implantes de autarquía...
Se forjó a pulso un destino
entre las bocas de los peces
que seguían a un cascanueces
que nadaba de madera,
cual corcho flotar quisiera
y no tener que hacer esfuerzos,
y a la hora del almuerzo,
merendarse una palmera...
Y si no fuera porque pierdo tiempo en subir cremalleras,
andaría firmando acuerdos por dejar de ser quien era.
Un parco, un cerdo, un loco,
un muy buen señor cualquiera...
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