sábado, 10 de diciembre de 2011

Sufría Sofía en su fría utopía...

-Sufría en un hueco horadado entre troncos.
Dos grajos graznaron graznidos bien roncos.-

Pequeña, ¿qué añoras, qué lloras ahora?
-la voz provenía de un arbusto de moras.-

Por rana me toman, antaño fui humana,
mas cuéntame, anda, antes de que te coman,

veo penas que asoman por entre tu pelo...
¡Márchate! ¡Corre! ¡Yo haré de señuelo!

¡No temas si tus pies se hunden en el suelo!
Desconfía del zorro, pobre ladronzuelo,

y dirígete al corro de los colibríes,
sólo vendrán si ellos ven que sonríes,

cuéntame ahora, que estás mas calmada,
quién es el ladrón de tu cuento de hadas,

y dónde, sí ¿dónde has dejado tu espada?
Encuéntrala, enváinala y sal de este cuento,

ahora es tu momento, ¡Corre!

¡Lo intento! -Gritó al fin Sofía.-

¡Sabía que existía! No fue cosa mía...

¿Qué es esto que huelo? -Alzó la cabeza-
¡Setas en el suelo! ¡Castañas! ¡Cerezas!

Aún sigues soñando... No tienes remedio...
¡Sal ya que te vea! ¡O quita de enmedio!

¿Esperas que te crea? ¿Sin haberte visto?
¿Quién sabe si rana?, o ese zorro tan listo...

-Callose el arbusto...-
¡Sofía! ¡Que susto!

-Un ciervo robusto surgió entre zarzales.-
Te traigo tus males, en ésta manzana...

Un gato montés me la dio esta mañana.
Me dijo, ¡Importante! ¡Que nunca los pierda!

Bocados que a veces le sabrán a mierda,
mas no la desprecies, pues este mal fruto

es esencia de vida, es el lado mas bruto,
el que cierra la herida, pasada, sufrida,

y guarda que nunca mas ya se repita...
Adelante, vomita, te veo mareada...

Tranquilo, no es nada -Dijo expectante-
-Y sentóse enseguida en la roca cercana...-
Disculpa, pequeña, -Voz de elefante-
Mi grupa no es roca, lo dice mi boca.

-Del susto, la niña, salió disparada,
yendo a parar a una imensa cascada,
al poco, y de pronto, quedó suspendida,
nadie respondió a sus llamadas perdidas
ya nadie le hablaba, y al pasar la noche,
el sol la alarmó con reflejos certeros.
Sus ojos sintieron de nuevo el peligro
pues no fueron sino esos rayos primeros
quienes le advirtieron
que ya no flotaba,
finísimos hilos la sujetaban...-

¡Ni tigres, ni osos, ni lobos!
¡Y ni tan siquiera pirañas!
¡He tenido que ir a parar a una tela de araña!
-Y allí quedó Sofía...
Cálidas brisas la mecían...
El cansancio hizo mella y en ella, quedóse dormida...-

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